La Ruta de la Seda, la vía euroasiática que une a China con la ribera del Mediterráneo, no se utilizó exclusivamente con fines comerciales, también fue un lugar de encuentro para las grandes civilizaciones del Este y el Oeste. Desde el siglo segundo antes de Cristo y por más de mil años, seda, artículos de lujo y muchas otras mercancías corrieron y se intercambiaron a lo largo de esta ruta y en las ciudades y oasis que la jalonan. E igualmente fue una fecunda transmisora y receptora de ideas, creencias, estilos artísticos y tecnología. Las culturas clásica occidental, china e india se amalgamaron aquí ejerciéndose una mutua interinfluencia.

Fue la herencia, los restos escritos y materiales de aquella encrucijada cultural, lo que sedujo al arqueólogo y explorador Aurel Stein (Pest, 1862 – Kabul 1943). Entre 1900 y 1916, dirigió tres amplias expediciones para rescatar de la arena las ruinas de la Llanura de Tarim, descubriendo lenguas y escrituras hasta entonces ignoradas y arrojando nueva luz sobre los acontecimientos y la historia cultural de las gentes que antaño vivieron allá. Su fama internacional, sin embargo, proviene del descubrimiento del tesoro escondido en las Cuevas Sagradas de los Mil Budas, en Dunhuang.

Las Cuevas de los Mil Budas se sitúan en la provincia china de Gansu, a unos 15 kilómetros al sureste de Dunhuang. Desde mediados del siglo cuarto se desarrolló allí una comunidad budista cuyos miembros estuvieron cerca de mil años construyendo y decorando las cuevas sagradas. Hoy, cuatrocientas noventa y dos cuevas, con cuarenta y cinco mil metros cuadrados de frescos y 2000 estatuas de estuco, componen este maravilloso complejo artístico, una de las galerías de arte budista más peculiares del mundo.

Pero además, este lugar es famoso por otro hallazgo. En 1900, un monje taoísta descubrió en una gruta un hueco oculto cuya entrada había sido cerrada en el siglo once. Por su extrema sequedad este escondite secreto había conservado una excepcional colección de varios miles de manuscritos y pinturas en seda en perfectas condiciones.

Aurel Stein fue el primer europeo en ver, en 1907, los tesoros de la cueva biblioteca. No fue por casualidad que en su segunda expedición a Asia Central (1906-1908) rindiera también visita a Dunhuang. Otra expedición húngara, conducida por el Conde Béla Széchenyi, ya había estado ahí en 1879 y fue el relato sobre las cuevas hecho por uno de los expedicionarios lo que despertó el interés de Aurel Stein:

“Me ha impresionado enormemente esta brillante descripción de las delicadas pinturas al fresco y las esculturas de estuco … De hecho, ha sido la causa de que amplíe los planes de mi expedición tan hacia el este, en China.”

Desde 1887, Aurel Stein vivió en India y permaneció al servicio del gobierno Indo-británico. La distancia geográfica, no obstante, no implicó ruptura con su patria. Regularmente visitaba Hungría y permaneció en estrecho contacto con los representantes de la vida cultural húngara. Durante sus breves estancias en Budapest, dio conferencias en la Academia Húngara de Ciencias, de la que era miembro desde 1895. Toda su vida colaboró con la biblioteca ofreciendo donaciones y en su testamento dejó a la biblioteca de la Academia sus libros impresos, una parte de sus manuscritos y su colección de más de siete mil fotografías.

Esta muestra nos conduce, con las fotografías, mapas, cartas y manuscritos del legado de Aurel Stein más otras publicaciones contemporáneas y modernas, por el recorrido de su segunda expedición a Asia Central, hasta el lugar del gran descubrimiento realizado hace exactamente un siglo, y nos ofrece una mirada sobre la vida y trabajos de dos extraordinarios investigadores, Aurel Stein y Lajos Lóczy.